Por: El Licenciado José de Jesús Aguilar Carrasco
Esta semana como cada día veinticinco
de cada mes y por Acuerdo del Secretario General de las Naciones Unidas habrá
de celebrarse dentro del programa UNETE para poner fin a la violencia contra
las mujeres fechas que permitan hacer conciencia en la población general sobre
la imperiosa necesidad de evitar a toda costa cualquier acto de vejación física
o moral en contra de las mujeres de este planeta, y para el que escribe ninguna
campaña, esfuerzo, programa o actividad será nunca suficiente para alcanzar
este objetivo, así es que de manera categórica portaremos el color naranja
durante los días correspondientes como un acto de proliferación de esta
campaña. Sin embargo, también en opinión de quien escribe todas estas campañas
llevada a cabo desde los distintos órdenes de gobierno e incluso desde los
organismos internacionales como esta propuesta mensual, resultan
desafortunadamente únicamente intentos publicitarios reconocibles si,
plausibles también pero en realidad la responsabilidad del Estado (cuando menos
el mexicano) se ha quedado francamente muy corto.
Penosamente uno de los estados del
país y hablando de las diversas formas de ejercer violencia sobre las mujeres,
es considerado como uno de los principales lugares del mundo en donde se
realiza la trata de personas con fines de prostitución y otros servicios, forma
moderna de esclavitud, y lo más preocupante es que son vecinos de nosotros, por
historia y por compromiso a Tlaxcala y a Puebla nos ha unido la historia
durante siglos, sin embargo también la actividad de los llamados “padrotes” de
uno de los Municipios del Estado vecino, colocan a esta zona del país con un
foco rojo que es prudente atender de manera inmediata y hasta las entrañas de
estas organizaciones.
Por otro lado la pérdida de valores y
la descomposición social han generado que hacia el entorno familiar se vaya
perdiendo cada vez más el respeto hacia la mujer, y por ende el número de
delitos cometidos en agravio de mujeres ya sea por sus parejas, ex parejas o
incluso hijos llegando hasta la venganza por terceros (as) como el caso de
dramas pasionales se incrementen en los últimos años de manera preocupante.
Sin embargo hay algo en lo que
insistimos y no solo en los delitos que se cometen en agravio del sexo
femenino, sino en cualesquiera otro ilícito, el Estado no ha logrado entender
que nada ganará con la llamada desde la época de Lombroso “la amenaza de la
pena”, es decir cometido el delito este debe ser castigado, sancionado y desde
luego desde el punto utilitario de la pena debe servir para que el resto de la
población comprenda que llevar actos de este tipo merecerá un castigo, pero
esto será cuando el delito ya se cometió. Craso error continuar por esa línea,
pues mientras las políticas públicas y las políticas gubernamentales no se
establezcan de manera clara, precisa incluso con la obligatoriedad que el
Estado posee y mientas no existan mecanismos de prevención del delito, poco
habremos de contener este tipo de conductas. Bienvenidas las campañas de
concientización, pero urgimos a las autoridades para que más allá de este tipo
de actividades que SI sirven que SI funcionan, logremos trascender a acciones
más efectivas que impidan a toda costa actuar en contra de ellas, de quienes
por supuesto tenemos la convicción natural de proteger y cuidar.