Por: José de Jesús Aguilar Carrasco
Han pasado prácticamente treinta años
desde la elección presidencial histórica en el que el Partido Revolucionario
Institucional se alzó con la victoria. Habría que remontarnos a la historia
reciente de este país y recordar que en esos años las elecciones eran
organizadas por la propia Secretaria de Gobernación, es decir, no había un
árbitro imparcial como a la postre fue creado el otrora Instituto Federal
Electoral. Esa elección fue responsabilidad directa de quien entonces encabezaba
a la “secretaría de secretarías”, quien por cierto querido lector años más
tarde fue gobernador de Puebla. En esas fechas también se presentaron fallas en
el conteo electoral al que se le denomino “la caída del sistema” defecto a
quienes muchos atribuyeron un eventual fraude electoral en contra del candidato
de la entonces izquierda mexicana por el Partido Auténtico de la Revolución
Mexicana encabezada por el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Pues bien como ya se dijo, a casi
tres décadas de ese acontecimiento han aparecido personajes en los últimos días
que de manera heroica han señalado las fallas que dicha elección tuvo, e
incluso han señalado responsables de tan lamentable suceso (aunque el espejo no
es un elemento que ocupen muy seguido), esto ya que ahora navegan sobre los
mares electorales con bandera distinta a aquella en la que formaban parte de
las tripulaciones de los años ochenta.
Pero ¿Por qué haber esperado todos
estos año para poder sacar a la luz una historia que sea cierta o no es muy tarde
para conocerla? ¿Por qué no haber tenido el donaire suficiente para haberlo
hecho de forma inmediata o mejor aún para el caso de ser cierto lo relatado, no
haber participado en estos actos impropios e ilegales? La respuesta se puede
encontrar desde dos aristas fundamentalmente, la primera desde el punto de
vista político en donde el personaje protagónico de esta novela recibió un
sinfín de beneficios derivados de su actuar, la otra desde el punto de vista
jurídico, pues existe una figura en el derecho a la que se le denomina
“prescripción” y ésta para ser muy entendible por los lectores es el simple
transcurso del tiempo que provoca que una conducta delictiva no sea castigada
por no haberse iniciado su investigación o que siendo iniciada no haya podido
integrarse de forma correcta o que habiendo integrándose de forma correcta,
simple y llanamente se la haya dado como dicen los clásicos “carpetazo” a ese
asunto.
Esas son las razones por las que al
paso del tiempo hoy se tira piedra al aire aunque mas de uno sufrirán heridas
por el golpe contuso que este provocara, sin embargo, mientras sigamos empecinados en
formar “héroes” olvidando nuestra
historia, el resultado será querido lector, desafortunadamente el mismo,
aun cuando lo primero que debemos tener presente es que los pecados como los
delitos, son castigados tanto para el que lo comete, como para el que omite
llevar a cabo las acciones que le corresponden de acuerdo a su posición no solo
política, sino ética y social.
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